¿Por qué se requieren umbrales para etiquetar los alimentos transgénicos?
Una cuestión técnica que se está politizando.
El Código de Defensa del Consumidor (Ley N° 29571), publicado en septiembre de 2010, estableció en su artículo 37 que “los alimentos que incorporen componentes genéticamente modificados deben indicarlo en sus etiquetas”. Además, otorgó un plazo de 180 días para reglamentar este artículo. Es decir, establecer los detalles y procedimientos para implementar el etiquetado.
La semana pasada, el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) puso en consulta pública la propuesta de reglamento. Este proyecto no fue bien recibido por la sociedad civil, que cuestionan que se haya incluido un umbral del 3 % para el etiquetado.
La presencia de trazas de transgénicos es inevitable
La presencia de pequeñas cantidades de ingredientes transgénicos en los alimentos, a pesar de que no sean intencionales, es técnicamente inevitable debido a la forma en que se cultivan, transportan y procesan los alimentos. Por esta razón, muchos países han establecido umbrales, es decir, límites máximos permitidos de material genético modificado en un alimento, por debajo de los cuales no es obligatorio incluir una etiqueta que indique la presencia de transgénicos. Por ejemplo, en la Unión Europea, este límite es del 0.9 %.
La creciente adopción de cultivos transgénicos a nivel mundial ha transformado radicalmente la agricultura. Cerca del 80 % de la soya y el 45 % del maíz que se produce en el mundo son genéticamente modificados, especialmente en grandes productores como Estados Unidos, Argentina y Brasil, donde el nivel de adopción supera el 90 %. Por ello, la presencia de trazas de transgénicos en la cadena alimentaria es cada vez más común. Para adaptarse a esta nueva realidad, los reglamentos de etiquetado han tenido que ajustar sus umbrales, siendo cada vez mayores, para hacer frente a las complejidades de la producción y el procesamiento de alimentos, sin comprometer la transparencia hacia el consumidor.
Transgénicos apilados
La complejidad de los cultivos transgénicos aumenta cuando se combinan diferentes características en una misma planta, un proceso conocido como 'apilamiento'. Por ejemplo, podemos combinar un maíz resistente a plagas (MON810) con otro resistente a herbicidas (NK603) y uno tolerante a la sequía (MON87640). Esta combinación de rasgos hace que sea más difícil identificar y cuantificar la presencia de cada modificación genética en una muestra.
Cada región, de acuerdo con sus necesidades, puede emplear cultivos transgénicos con diferentes características, tanto simples como apiladas. Por lo tanto, los granos producidos por un país contendrán una mezcla de todas ellas.
Al analizar una muestra de maíz con múltiples modificaciones genéticas, los resultados pueden ser engañosos. Incluso si solo un grano de cada cien (1 %) está modificado, los análisis pueden indicar un porcentaje mucho mayor. Esto se debe a que las técnicas de análisis detectan cada modificación individualmente, sin considerar que pueden estar presentes en un solo grano. Por lo tanto, establecer umbrales muy bajos penalizaría a los productores que hacen uso de insumos no transgénicos, pero que tienen niveles muy bajos de contaminación accidental.

Proteger la producción libre de transgénicos
A pesar de las preocupaciones de algunos grupos, el establecimiento de un umbral para el etiquetado de transgénicos no busca beneficiar a la industria, sino proteger a los productores y fabricantes que utilizan ingredientes convencionales.
La realidad es que, debido a la complejidad de la cadena de producción alimentaria, la contaminación cruzada con materiales genéticamente modificados es casi inevitable. Por ejemplo, en una fábrica de harina de maíz, es prácticamente imposible eliminar por completo los residuos de cultivos transgénicos procesados anteriormente, incluso después de una limpieza exhaustiva. Sin un umbral, muchos productos que contienen niveles mínimos de transgénicos, producto de esta contaminación accidental, tendrían que ser etiquetados. Esto perjudicaría o desalentaría a los productores que han tomado medidas para evitar el uso de ingredientes transgénicos.
Un estudio realizado por la Dra. Mónica Santa-María en 2014 ilustra claramente los desafíos de mantener la pureza de los productos no transgénicos en la cadena alimentaria peruana. Al analizar muestras de granos de maíz enteros y desgerminados que estaban destinados a la producción de cereales y hojuelas, la investigadora encontró que un alto porcentaje de estas muestras contenían trazas de material genético modificado, a pesar de que los granos habían sido adquiridos —a un mayor precio— a productores nacionales que no cultivan transgénicos.
El 19 % de los lotes de grano entero y el 91 % de los lotes de granos desgerminados tenían transgénicos. Sin embargo, los análisis cuantitativos mostraron que sólo el 2 % de los granos enteros y el 25 % de los granos desgerminados superaban el 0.9 %. Lo demás estaba por debajo de ese umbral.
El estudio es importante porque nos muestra una dimensión real del problema de la presencia adventicia de transgénicos en productos que no lo son. Si se establece una tolerancia de al menos el 1 %, la empresa que no desea etiquetar podría rechazar solo un pequeño porcentaje de los lotes adquiridos. Si bien esto acarrearía un costo adicional, que finalmente se traslada a los consumidores, sería mucho menor que si no hubiera umbrales.
¿Por qué 3 % y no 1 %?
El estudio de la Dra. Santa-María se centró en variedades transgénicas relativamente simples (MON810 y NK603). Sin embargo, la realidad actual es mucho más compleja, ya que los cultivos transgénicos suelen combinar múltiples modificaciones genéticas en un solo organismo. Esta complejidad hace que los análisis de laboratorio sean más difíciles y propensos a sobreestimar la presencia de material transgénico.
Por ejemplo, si un lote de maíz contiene una pequeña cantidad de un transgénico con múltiples modificaciones, los resultados del análisis podrían indicar un porcentaje mucho mayor de lo real. Para evitar penalizar a los productores que cumplen con reducir al mínimo la contaminación cruzada de los ingredientes convencionales con transgénicos, es necesario establecer umbrales de detección flexibles que reconozcan las limitaciones de las técnicas de análisis.
Las decisiones sobre los umbrales de etiquetado están influenciadas por factores económicos, sociales y políticos, lo que explica la diversidad de umbrales a nivel mundial. Mientras que la Unión Europea ha mantenido un umbral bajo durante décadas (0.9 %), otros países como Japón, Corea y China han adoptado umbrales más altos (3 % - 5 %) para adaptarse a las realidades de sus sistemas alimentarios.
Si en Perú no se establecen umbrales o si estos son muy bajos, los fabricantes no tendrán opciones libres de transgénicos, a pesar de que nuestros agricultores no utilizan esta tecnología. Esto ya ocurre en Ecuador y Bolivia, donde las empresas etiquetan todos sus productos como transgénicos, independientemente de si los contienen o no. Lo hacen para evitar problemas, ya que nadie las fiscaliza o sanciona por declarar que su producto contiene transgénicos cuando no es así. En realidad, a las empresas les resulta más económico etiquetar sus productos como transgénicos para evitar multas, en lugar de someterlos a análisis para comprobar que no contienen transgénicos. Como resultado, el consumidor no recibirá información veraz.
Problemas para fiscalizar
La fiscalización de los productos puestos a disposición de los consumidores es un proceso complejo. Para verificar que un producto cumple con la normativa, las autoridades suelen enviar muestras a laboratorios acreditados. Sin embargo, la variabilidad en los resultados de los análisis puede generar incertidumbre. Factores como los equipos utilizados, los reactivos empleados y, especialmente, el tipo de muestra pueden influir significativamente en la detección de material GM. Por ejemplo, la calidad del ADN en alimentos altamente procesados, como las galletas o los embutidos, es menor que en los cereales y harinas, lo que dificulta su análisis.
¿Qué pasaría si una empresa cuenta con un análisis en un laboratorio acreditado cuyo resultado es opuesto al obtenido por el ente fiscalizador? Cada laboratorio puede tener diferentes límites de detección incluso para la misma muestra. El umbral es importante para determinar un mínimo aceptable que todos los laboratorios acreditados puedan cumplir. Cuanto menor es el umbral, los resultados serán menos reproducibles. Y resultados poco reproducibles no sirven para la fiscalización.
Conclusión
Determinar la presencia exacta de transgénicos en los alimentos es un desafío complejo que requiere de un marco regulatorio claro y basado en evidencia científica. Si bien es importante garantizar la transparencia y el derecho de los consumidores a conocer los ingredientes de los productos que consumen, también es necesario considerar las realidades de la producción de alimentos y las dificultades de evitar completamente la contaminación accidental.
Aquí no hay presiones de la industria ni nada por el estilo, como quieren hacerlo ver para generar el rechazo de la población. Y se los digo yo que, a manera de disclaimer y para ser completamente transparente con ustedes, he contribuido técnicamente en la elaboración de esta propuesta.
Para mí el etiquetado de los alimentos genéticamente modificados es importante. Yo no lo veo como una advertencia. No tendría por qué serlo ya que todo producto transgénico disponible comercialmente ha pasado rigurosos análisis de seguridad aprobados por entidades respetables como la FDA o la EFSA. Ocultar esta información a la ciudadanía ha sido una de las cosas más contraproducentes para mejorar la percepción pública de los transgénicos y generar mayor confianza en la biotecnología agraria.
Muy interesante. Creo que si bien es vital proveer toda la información a los consumidores, debemos tomar en cuenta las particularidades de las cadenas de suministro de cada país.