#Orígenes (3): La historia del algodón Pima
Apreciado por la calidad de su fibra, esta variedad considerada peruana tuvo un largo recorrido por el mundo antes de volver a sus orígenes.
Aproveché los feriados de diciembre para darme una vuelta por Gamarra. Ubicado en el corazón de La Victoria, esta calle y sus alrededores congregan literalmente miles de tiendas de ropa. Siempre fue reconocido por la calidad de sus textiles, elaborados con algodón peruano, aunque en los últimos años ha perdido terreno frente a fibras sintéticas y a las telas de algodón importadas de Asia (China e India).
El algodón peruano, Gossypium barbadense, es famoso por la excelente calidad de su fibra. Destacan dos variedades emblemáticas: el Tangüis, cultivado en la costa central y sur —sobre todo en Ica—; y el Pima, que se produce en la costa norte, especialmente en Piura. Esta última evoca de inmediato lujo, resistencia y suavidad. Muchas marcas de diseñador emplean telas de este algodón en sus líneas premium.
¿Se han preguntado alguna vez de dónde viene la palabra “Pima”? No es un término quechua, como me dijeron en alguna ocasión, sino que hace referencia a un pueblo indígena de Arizona, en Estados Unidos. Para conocer su historia, haremos un viaje de diez millones de años y entenderemos cómo un arbusto silvestre africano se transformó en un cultivo fundamental para el Perú y el mundo.
Origen de la lana vegetal
Se han descrito unas cincuenta especies de algodón (Gossypium)1 en el mundo, distribuidas en regiones tropicales y subtropicales áridas; sin embargo, solo cuatro fueron domesticadas para la producción de fibra.
Investigaciones genéticas modernas2 indican que el primer algodón ancestral emergió en el continente africano, hace 5 a 10 millones de años. Desde allí se expandió rápidamente a otros continentes, dando origen a tres linajes principales: africano, australiano y americano. ¿Cómo llegó tan lejos sin intervención humana? No fue por aves, ya que sus frutos no son comestibles. La explicación más aceptada es la deriva oceánica de semillas o cápsulas maduras, cuya resistencia al agua salada les permite conservar su viabilidad incluso tras cruzar grandes cuencas oceánicas.
El género Gossypium se divide en ocho grupos genómicos: A, B, E y F son africanos (A y E se extienden hasta el sudeste asiático); C, G y K son australianos; y D es americano. Todos son diploides, es decir, poseen dos juegos de 13 cromosomas, uno de cada progenitor. Dos especies del grupo A —Gossypium arboreum y Gossypium herbaceum— fueron domesticadas en India/Pakistán y en el Sahel (África), respectivamente. Son algodones de fibras cortas que siguen cultivándose de manera tradicional.
Hace entre 1 a 2 millones de años, una especie del genoma A, muy cercana a las actuales G. herbaceum o G. arboreum llegó a América, probablemente por deriva oceánica. Estas plantas generaron individuos viables que fueron polinizados por una especie americana del genoma D. La evidencia genética señala a Gossypium raimondii, endémica de los valles secos del noroeste peruano, como la especie americana implicada. El híbrido resultante (AD), originalmente estéril, sufrió una duplicación cromosómica espontánea que dio lugar a un organismo con dos juegos de cromosomas de cada progenitor: AADD. Un alotetraploide.

Este nuevo algodón alotetraploide se diversificó en distintos nichos ecológicos, formando tres nuevos grupos taxonómicos: el clado de G. mustelinum (confinado al noreste de Brasil); el clado de G. hirsutum (que incluye a G. tomentosum en Hawái y especies dispersas en el Pacífico); y el clado de G. barbadense (en la costa sur de Ecuador y norte de Perú, que incluye a G. darwinii en las Islas Galápagos).
Esa trayectoria evolutiva dotó a G. barbadense de un genoma complejo y robusto, con gran plasticidad para adaptarse a diversos ambientes —una característica que facilitó su posterior domesticación y su diseminación global.
Domesticación del algodón en Sudamérica
Mientras G. hirsutum (Upland) domina la producción mundial de algodón en volumen, la evidencia arqueológica sugiere que G. barbadense fue probablemente la primera especie americana utilizada de forma sistemática para la confección textil.
En excavaciones arqueológicas realizadas en el Valle de Nanchoc (entre Cajamarca y Lambayeque) se hallaron fibras de algodón de hace 7800 años, una de las evidencias más antiguas de uso textil en las Américas. Este hallazgo representa una de las evidencias más antiguas de uso textil en las Américas. Este registro precede al desarrollo de la cerámica y a la domesticación de G. arboreum en el Viejo Mundo.

En Huaca Prieta (La Libertad) se recuperaron hilos de algodón de 6800 años de antigüedad. Sin embargo, el hallazgo más trascendental a escala global fue un tejido de algodón teñido con índigo de hace 6000 años, que constituye el registro más antiguo conocido del uso de este tinte. Hace 4500 años, la producción y el almacenamiento masivo de algodón —especialmente de variedades de color pardo, crema, beige y marrón— fue una de las actividades centrales de Caral, la civilización más antigua de América.
El impulso inicial para la domesticación temprana del algodón en Sudamérica fue probablemente marítimo. En las sociedades costeras del Perú, el algodón era esencial para la manufactura de redes de pesca. La resistencia y durabilidad de la fibra de G. barbadense eran ideales para ello.
Con el tiempo, el algodón pasó a formar parte fundamental de la indumentaria, no solo para proteger el cuerpo del clima, sino también para expresar identidad, estatus social y pertenencia comunitaria3. Sus diseños transmitían mensajes no verbales y funcionaban como mercancía de intercambio con las regiones andina y amazónica.
La domesticación ejerció una selección direccional marcada sobre el fenotipo silvestre de G. barbadense. Se incrementaron el tamaño y el número de lóculos de la cápsula, aumentando la cantidad de fibra y alargándola progresivamente. Además, las semillas desarrollaron tegumentos4 más delgados, lo que permitió una germinación más rápida y uniforme tras la siembra.
Fibras extralargas
Al comparar los dos algodones americanos, G. barbadense presenta un genoma ligeramente más pequeño que G. hirsutum (2.21 Gb frente a 2.29 Gb), aunque ambos son igualmente repetitivos (más del 60 %). No obstante, los cambios estructurales (inserciones o deleciones de ADN) se concentran en los extremos de los cromosomas (telómeros) de G. hirsutum, zonas más activas de recombinación que le confieren mayor flexibilidad para adaptarse a distintos entornos —algo que no ocurre en G. barbadense. Por ello, el algodón Upland está presente en más países.
Análisis del transcriptoma durante el desarrollo de las fibras revela que G. barbadense expresa un conjunto distinto de genes durante las fases críticas de elongación y síntesis de la pared celular secundaria, en comparación con G. hirsutum. Particularmente, la sacarosa sintasa (GbSus), una enzima clave en la biosíntesis de la pared celular, presenta una diferencia de dos pares de base que provoca una mayor expresión la fase de elongación en G. barbadense.
Además, en G. barbadense hay una expresión baja o nula de genes implicados en la biosíntesis de lignina (por ejemplo, GbDIR y GbbHLH), lo que evita la rigidización prematura de la pared celular y permite que la fibra se alargue durante un período más prolongado que en el algodón Upland. Como resultado, las fibras del algodón peruano alcanzan longitudes de aproximadamente 32–50 mm, frente a 25–30 mm en G. hirsutum.
Estos cambios en la expresión génica explican en parte la diferencia en la longitud de la fibra entre ambas especies americanas. En realidad, el proceso es mucho más complejo y participan numerosos genes, factores de transcripción, enzimas y hormonas vegetales.
Un crucero por el Caribe, Egipto y Estados Unidos
El comercio precolombino y las migraciones humanas propagaron el algodón peruano hacia la cuenca amazónica, el norte de Sudamérica y, eventualmente, el Caribe. A mediados del siglo XVIII, tipos más finos de G. barbadense fueron introducidos en las colonias británicas de América del Norte, especialmente en las islas costeras de Carolina del Sur y Georgia. El ambiente húmedo y marítimo favoreció el desarrollo del ecotipo “Sea Island”, caracterizado por fibras de longitud superior a 50 mm y con una finura inigualable. Allí el algodón pasó de ser un arbusto perenne a convertirse en un cultivo anual, tolerante a los días largos de esas latitudes, gracias al flujo génico de G. hirsutum.

A principios del siglo XIX, el ingeniero y empresario francés Louis Alexis Jumel encontró en El Cairo un arbusto perenne de G. barbadense de fibra extralarga en el jardín privado de Maho Bey El Orfali, exgobernador otomano. Por su experiencia en el comercio del algodón, Jumel identificó el potencial de esa planta —su fibra ligeramente parda— y convenció a Muhammad Ali Pasha, gobernante de Egipto y Sudán de ese entonces, de cultivarla extensivamente en el delta del Nilo para abastecer a Europa, estableciendo un monopolio estatal sobre su producción.
En 1839, Muhammad importó semillas del algodón “Sea Island” y las cruzó con el algodón Jumel, obteniendo otras variedades como 'Ashmouni' y, más tarde, 'Mitafifi'. Estas líneas se hicieron famosas por su resistencia y por su distintiva fibra de color crema. El desarrollo de variedades egipcias como las denominadas 'Giza' consolidó la reputación de este germoplasma en el mercado mundial durante el siglo XIX, alcanzando niveles de exportación históricos durante la Guerra Civil estadounidense (1861-1865).
A inicios del siglo XX, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) buscó reducir la dependencia del algodón egipcio importado, vital para la fabricación de textiles de alta gama y de neumáticos que estuvo, impulsados por la creciente demanda del automóvil: el Modelo T de Ford. Se importaron semillas egipcias —en particular la variedad 'Mitafifi'— al suroeste americano, donde las condiciones climáticas de Arizona y California recordaban, en ciertos aspectos, las del delta del Nilo.
El desarrollo de una variedad de algodón de fibra extralarga estuvo a cargo del botánico, genetista y agrónomo Thomas Henry Kearney. En 1908 identificó plantas con una mutación que producía fibras más largas y resistentes. La denominó “Yuma”. Kearney seleccionó y desarrolló líneas más tolerantes a las altas temperaturas, baja humedad, suelos salinos y arenosos, y a fotoperiodos (duración del día) largos. Se establecieron campos experimentales con apoyo de la Nación Pima, un grupo de nativos americanos, que fueron instruidos para cultivar y recolectar el algodón con la expectativa de integrarlos al cultivo comercial.
En 1918 se obtuvieron las primeras variedades estables de algodón de fibra extralarga, adaptadas al suroeste de EE. UU. Se le denominó originalmente como “American-Egyptian cotton”. Dos años después, Kearney presenta la primera variedad comercial, Pima S-1, en honor al pueblo indígena que participó en su desarrollo.
De regreso a sus orígenes
A principios del siglo XX, la industria algodonera peruana en la costa central estaba dominada por la variedad 'Tangüis'. Fue desarrollada por Fermín Tangüis, un agrónomo de origen portorriqueño radicado en Pisco (Ica), quien salvó al cultivo de una devastadora enfermedad conocida como “marchitez algodonera”5. Pero, la costa norte, caracterizada por altas temperaturas, baja humedad, suelos salinos y arenosos (similar a la de Arizona), no era la más adecuada para esa variedad. Allí se cultivaban las variedades “Del País”, con diferentes colores, y un derivado del “Mitafifi” egipcio.
En la década de 1920, cuando el algodón “Sea Island” declinó en Estados Unidos debido al picudo (Anthonomus grandis), los agricultores peruanos vieron una gran oportunidad para producir algodón de fibra extralarga. En 1922, el hacendado piurano Emilio Hilbck Seminario envió a tres ingenieros agrónomos a Arizona para estudiar la nueva variedad desarrollada por Kearney. Satisfecho con el informe, Hilbck importó un lote de semillas y las sembró de inmediato en su fundo de Narihualá (Catacaos, Piura).

El retorno fue triunfal. Las variedades Pima se adaptaron excepcionalmente a los suelos arenosos y al sol ecuatorial de Piura, encontrando en su "hogar ancestral" condiciones óptimas para expresar su potencial genético. En la década de 1930, en colaboración con la Dirección de Agricultura y Ganadería del Ministerio de Fomento y las estaciones agrícolas instaladas en Piura, se trabajó en la mejora la genética del algodón Pima, de la mano del ingeniero Manuel Moncloa y Ferreyra.
Durante las décadas siguientes, el Pima se diseminó gradualmente por los valles algodoneros del norte, especialmente en el Bajo Piura, Alto Piura y eventualmente Chira. Se extendió hasta Lambayeque y otros sectores costeros. Además, la estructura socioeconómica de la época, dominada por grandes haciendas o latifundios, permitió el cultivo extensivo y un control riguroso de la cosecha. La mano de obra disponible en esas haciendas facilitó la cosecha manual, que preservaba la integridad y limpieza de la fibra, añadiendo un valor premium al producto. Para la década de 1960, solo en Piura se sembraban 75000 hectáreas de algodón Pima.
Así se consolidó el nombre de algodón Pima Peruano, reconocido como uno de los algodones más finos del mundo y, con frecuencia, superior a sus contrapartes egipcias y americanas en longitud y uniformidad.
¿El fin del Pima Peruano?
Me hubiera gustado un final más feliz, pero la realidad es que cada vez se siembra menos algodón Pima. El año pasado se cultivaron 3200 hectáreas en Piura, que produjeron 1 780 toneladas de algodón en rama, lo que equivale a menos de 800 toneladas de fibra tras el desmote.
El algodón Pima peruano tiene, por naturaleza, un rendimiento menor que el algodón americano (Upland) de calidad inferior. Su periodo de cosecha puede extenderse hasta ocho meses, lo que impide al agricultor rotar el terreno con otros cultivos y obtener ingresos adicionales. Además, la recolección es escalonada —al menos en dos etapas—, lo que dificulta la mecanización y eleva los costos de mano de obra. Se han desarrollado híbridos entre G. barbadense y G. hirsutum, como el Hazera, que buscan acortar el ciclo y uniformar la cosecha manteniendo calidad y longitud de fibra, pero hasta ahora no han tenido éxito generalizado.
Por otro lado, las fibras sintéticas y el algodón importado de baja calidad y bajo costo procedente de Asia han desplazado al algodón peruano en la industria textil nacional. El diseño de ropa por temporadas, que prioriza precio sobre durabilidad, favorece fibras más económicas. Por eso son pocas las tiendas peruanas que realmente comercializan prendas hechas con algodón Pima, pese a que en Gamarra muchas aseguren que lo hacen. Lo poco que se produce se destina mayoritariamente a la exportación, hacia mercados dispuestos a pagar su precio premium.
Existen además otros problemas estructurales: mayor incidencia de plagas —como el gusano rosado— asociada al cambio climático; la ausencia de programas sostenidos de mejoramiento genético para generar semillas de Pima con mejor calidad de fibra, y más resistentes a plagas y a factores ambientales adversos (sequías, salinidad, aumento de temperaturas); y la limitada accesibilidad a crédito, seguro agrario y asistencia técnica para los productores. ¿Significa esto que estamos presenciando la desaparición del Pima peruano
El panorama es preocupante, pero no irreversible. Todo parte de políticas públicas que incentiven el cultivo de algodones nativos. Por ejemplo, las prendas institucionales de las entidades públicas (uniformes, camisas, chalecos, polos) podrían confeccionarse con algodón nativo; se debería fortalecer los programas de mejoramiento genético del INIA y de las universidades locales; y poner en valor nuestras variedades nativas de algodones de color. ¿Se imaginan un Pima marrón, crema, beige, pardo, verde o incluso lila?
La historia del algodón Pima es fascinante: un arbusto silvestre que surgió en las costas áridas del norte del Perú (G. barbadense), que atravesó continentes para convertirse en el “Sea Island” del Caribe, en el algodón egipcio del delta del Nilo y en el Pima del desierto americano, antes de regresar a sus orígenes en el Perú y anclar la economía de la costa norte durante gran parte del siglo XX.}
Gossypium es el género taxonómico engloba a todas las especies de algodón.
Viot, C. R., & Wendel, J. F. (2023). Evolution of the cotton Genus,Gossypium, and its domestication in the Americas. Critical Reviews in Plant Sciences, 42(1), 1–33.
El Fondo Editorial del BCP sacó una extraordinaria publicación sobre el arte textil peruano.
El tegumento es la capa externa protectora de la semilla.
Causada por Fusarium oxysporum f. sp. vasinfectum, a menudo en interacción con nemátodos (Meloidogyne).





