#Bioseguridad (5): ¿Los cultivos Bt afectan a las lombrices de tierra?
Estudio revela la capacidad de adaptación y resiliencia de las comunidades bacterianas intestinales de las lombrices de tierra frente a las toxinas Bt.
Los cultivos Bt son plantas genéticamente modificadas que expresan toxinas de la bacteria del suelo Bacillus thuringiensis (Bt). Este microorganismo produce una proteína llamada Cry, que actúa como biopesticida. Al ser ingerida por diversas plagas de insectos, les provoca la muerte. Por esta razón, B. thuringiensis ha sido empleado como un insecticida natural durante más de cien años. Pero fue a partir de la década de 1990 cuando, gracias a la ingeniería genética, se logró aislar e insertar el gen Cry en cultivos como el maíz y el algodón, dotándolos de resistencia a plagas.
Existe una gran diversidad de proteínas Cry, cada una altamente específica en su toxicidad. Por ejemplo, las Cry1 son letales para larvas de lepidópteros, como el gusano cogollero del maíz (Spodoptera frugiperda) y el gusano rosado del algodón (Pectinophora gossypiella). En cambio, las Cry3 afectan a larvas de coleópteros, como el gusano barrenador de la caña (Diatraea saccharalis). Incluso hay algunas variantes de Cry que resultan tóxicas para himenópteros (hormigas), dípteros (mosquitos), hemípteros (chinches) y hasta células cancerígenas humanas.
El impacto ambiental de los cultivos Bt ha sido, en general, positivo. Su uso reduce significativamente la aplicación de insecticidas sintéticos, que suelen ser más tóxicos y menos selectivos. Sin embargo, a pesar de la especificidad de las proteínas Cry, las normativas de bioseguridad exigen evaluar cuidadosamente su efecto en organismos no objetivo.
Las lombrices de tierra juegan un papel crucial en los ecosistemas del suelo. Al alimentarse y procesar materia orgánica, producen excrementos conocidos como "humus de lombriz", un fertilizante natural extremadamente rico en nutrientes. Gracias a esta actividad, las lombrices mejoran la estructura del suelo, favorecen la retención de agua y facilitan el reciclaje de nutrientes. Por estas razones, son consideradas uno de los bioindicadores más valiosos para monitorear la salud ecológica del suelo y evaluar los posibles riesgos de los cultivos transgénicos.
Las proteínas Cry liberadas por los cultivos Bt se unen a las partículas del suelo y a los ácidos húmicos, confiriéndoles resistencia frente a la degradación microbiana. De hecho, pueden mantener su actividad biocida durante más de siete meses. Esto implica que los organismos que habitan en el suelo, como las lombrices de tierra, están expuestos a estas toxinas de forma continua. Sin embargo, diversos estudios han demostrado que las toxinas Bt no las afectan. Esto es consistente con la alta especificidad de las proteínas Cry.
Más allá de los efectos directos, una pregunta clave ha surgido: ¿qué impacto tienen las toxinas Bt en la microbiota intestinal de las lombrices de tierra?
Las comunidades microbianas que habitan en los intestinos de los animales desempeñan un papel esencial en su salud digestiva, inmunológica y metabólica. En las lombrices, estas bacterias contribuyen a la descomposición de materia orgánica y al mantenimiento del equilibrio ecológico del suelo. Con los avances en la secuenciación de ADN y las herramientas bioinformáticas, hoy es posible analizar con detalle cómo estas comunidades microbianas podrían verse afectadas por la exposición a las proteínas Cry.
En un reciente experimento llevado a cabo por investigadores chinos, se expusieron lombrices de tierra a suelos tratados con toxinas Bt para evaluar su impacto en la microbiota intestinal. Los resultados mostraron que:
Reducción inicial de la diversidad bacteriana: Tras 14 días de exposición, se observó una disminución en la variedad de especies bacterianas en el intestino de las lombrices.
Recuperación y estabilidad: A los 21 días, la diversidad bacteriana se había recuperado y mostraba una mayor estabilidad en comparación con el inicio del experimento.
Cambios específicos en la microbiota: Se identificó un aumento en las bacterias del género Microvirga, conocidas por su papel beneficioso en el suelo y las plantas. Estas bacterias ayudan a fijar nitrógeno, solubilizar fósforo y potasio, e hidrolizar polisacáridos.

Este tipo de investigaciones son fundamentales para mejorar la bioseguridad de los cultivos transgénicos. Comprender cómo afectan a los organismos no objetivo, como polinizadores, descomponedores de materia orgánica o controladores biológicos, permite diseñar variedades modificadas genéticamente que minimicen riesgos y maximicen beneficios. Así, es posible equilibrar la necesidad de una mayor producción agrícola con el cuidado y conservación del medio ambiente.